El poder de Cristo llega a nosotros a través de la fe


Mr 5:21:23

Cristo mostró su poder divino, venciendo sin ninguna dificultad aquellas cosas que para el hombre resultan imposibles. Su propósito es mostrarnos algunas de las características de su Reino, en el que los límites impuestos por la caída, por la desobediencia, son superados por su poder para sanar y resucitar.

El poder restaurador del Señor llega a nosotros a través de la fe. En Jairo, vio su fe recompensada, con la resurrección de su hija. Es el contacto y la presencia de Jesús lo que importa, su toque tiene poder sanador porque Él se compadece de las debilidades humanas y es fuente de vida y de misericordia. Debemos permanecer en su presencia.

Jesús acababa de ser rechazado por los gadarenos que le rogaron que se fuera de sus contornos (Mr 5:17). Los gadarenos entre el hijo de Dios y sus “cerdos” sucios escogieron a los cerdos. El hijo de Dios partió.

Un hombre llamado Jairo, principal de la sinagoga de Capernaúm, le rogaba insistentemente que fuera a su casa. Mientras unos lo rechazaban y le piden salir de sus contornos, otros le esperan con el fin de acercarse a Él invitándole a venir a su casa. Hoy en día constantemente personas, pueblos enteros, manifiestan una postura opuestas frente a Jesús.

Jairo esperaba ansiosamente el retorno del Señor, su hija yacía moribunda y su tiempo se acababa sin que pudieran hacer nada por ella. Tan pronto como Jesús llegó, vino a su encuentro y le pidió desesperadamente que le acompañara a su casa, en un acto evidente de fe, su fe tuvo que superar obstáculos muy difíciles puesto que Jairo era unos de los principales de la sinagoga y lo difícil que tuvo que ser para él pedir ayuda a Jesús. El que dirán en la sinagoga, tal vez él mismo había participado en el rechazo a Jesús, tendría que haberse arrepentido y confesado su equivocación y pecado. Allí donde hay fe, El Señor la probará para que crezca.

La incredulidad impidió la realización de milagros en la tierra de Jesús, la falta de fe en la iglesia todavía impide la manifestación de su poder. Dejar de creer en la verdad bíblica, negar la posibilidad de los dones del Espíritu o el rechazar normas de justicia de Dios impedirán que Dios manifieste el poder de su reino en medio de su pueblo.

Hay que conservar el hambre por la Palabra y orar para que nuestra fe crezca cada día más. La fe genuina es una obra de Dios dentro de nuestro corazón. La gracia de Dios obra en sus hijos para producir el deseo y el poder para hacer su voluntad. Dios es el que produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad (Fi 2:13). No temas cree solamente, si alguien podía transmitir algún tipo de esperanza en una situación así, ese sólo podía ser Cristo. Cuando todos los recursos humanos fallan, sólo quedan los divinos. El propósito de Cristo era elevar a Jairo a nuevos horizontes, hacerle conocer que Él podía hacer lo que los demás hombres consideran que es imposible, resucitar un muerto. En ese momento de gloria el Maestro sólo permitió la presencia de Pedro, Jacobo y Juan, formaban un grupo íntimo con El Señor, fue el mismo grupo con que El Señor se apartó también en el monte de la transfiguración y más tarde en el huerto de Getsemaní. Éste era el número de testigos que exigía la ley para que un testimonio fuera válido (Dt 17:6).

“Talita cumi”, a ti te digo levántate, poderoso mensaje cristiano. La muerte es como un sueño del que finalmente nos despertará El Señor en su venida (1Ts 4:14-17).

En Ju 20:30-31, nos dice que los milagros de Jesús fueron ilustrados en el evangelio no para que esperemos que se realicen los mismos milagros en nosotros, sino para que pongamos nuestra fe en Jesús y tener vida espiritual de salvación a través de Él.

Jun 20:30  Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro  20:31  Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

Lc 13:18 Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé? 13:19 Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.

La parábola de la semilla de mostaza ilustra el pequeño inicio del reino y su desarrollo a través de los siglos. 

Las parábolas del reino de los cielos describen los resultados de la predicación del evangelio y las condiciones espirituales que prevalecerán en la tierra dentro de su manifestación visible del reino de los cielos. Cristo enseña que habrá lo bueno y lo malo entre los que profesan la fe en su nombre, habrá mundanalidad que conducirán a la apostasía, así como fidelidad y piedad que conducirán a la vida eterna. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino del Padre. Cristo cuenta esas parábolas para alertar a sus verdaderos discípulos y enseñarles a vencer la influencia de satanás y sus seguidores. La única manera será con devoción incondicional a Cristo y con vida consagrada a la justicia. La singularidad de las parábolas es revelar la verdad a los que tienen discernimiento espiritual mientras que para los incrédulos permanecerá oculta.

La levadura es un símbolo de la presencia del mal, de la impureza, que fermenta y corrompe. Representa una falsa enseñanza y las doctrinas de los fariseos y saduceos, esta levadura se diseminará por todas las partes de la obra de Dios, la mundanalidad y la inmoralidad dentro de las iglesias, o los que están más preocupados por su ambición personal que por la honra de Dios, doctrinas falsas, iglesias de codicia. La ausencia de la levadura es sinceridad y la verdad.

La auténtica fe siempre se encuentra con obstáculos y para obtener su recompensa, hay que superarlos. La fe de Jairo alcanzaba a saber que Jesús podía sanar a su hija gravemente enferma, pero El Señor quería hacer comprender que también tiene poder para resucitar a los muertos. Algo similar ocurrió en el caso de Lázaro y sus dos hermanas, el retraso tuvo como finalidad enseñar a Marta y a María que Jesús no sólo tenía poder para sanar, sino que Él es la resurrección y la vida (Jn 11:21-27).

Para toda persona que cree en Jesucristo, la muerte física no es un trágico fin. Es la puerta de entrada a la vida eterna y a la comunión con Dios. Ni la enfermedad ni la muerte tienen un poder permanente sobre los que creemos en Cristo. Ambas han sido vencidas por Él y en su Reino ya no existirán. (Ap 21:4).


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