La fe genuina

Lc 17:6

Jesús siempre comentaba sobra la naturaleza de la fe genuina. Habla de una fe que puede mover montañas, realizar milagros y sanidades, y llevar a cabo grandes cosas para Dios.

La fe genuina no es la creencia sobre una fuerza o el poder de uno, sino que es una “fe en Dios”.

La fe genuina es una obra de Dios dentro del corazón del creyente. Una consciencia divinamente impartida al corazón de que las oraciones son respondidas. La crea el Espíritu Santo; no se puede producir en la mente.

La fe genuina es un don impartido por Cristo. Debemos acercarnos a Cristo y a su Palabra, profundizar la consagración y la confianza en Él.

(Jn 15:5) “separados de mi nada podéis hacer”
Él la da conforme a su amor, sabiduría, gracia y propósito, para realizar la voluntad de Dios.


Heb 11

Las convicciones que forman parte de la fe salvadora:

·        Debemos tener la convicción de la existencia de que Dios mora en nuestros corazones, infinito y santo que se interesa por nosotros.
·        Debemos creer que Dios nos recompensará cuando de veras lo buscamos, sabiendo que nuestra mayor recompensa es la alegría y su presencia en nosotros. Él es nuestro escudo y recompensa suprema.
·        Debemos de buscar a Dios con diligencia deseando ansiosamente su presencia y su gracia.
  
Abraham sabía que la tierra prometida no era el fin de su peregrinación sino que el propósito señalaba a la ciudad celestial que Dios había preparado para los siervos fieles. Debemos comprender que sólo somos viajeros, extranjeros,  peregrinos en éste mundo camino del verdadero hogar celestial. El fin de la peregrinación es la Jerusalén celestial.

En el AT estos siervos de Dios murieron con la fe de que Dios les tenía reservado algo mejor, durante su vida no vieron la bendición final prometida a los redimidos, pero tenían la esperanza en la vida eterna con Dios, tenían la mirada fija en su ciudadanía en el cielo.

Debemos perseverar en la fe aun cuando no veamos todas las promesas de Dios cumplidas en nuestra vida. Con fe se las presentamos a Dios para que Él las cumpla de acuerdo con su voluntad. Busquemos a Dios con diligencia deseando su presencia y el poder de su gracia.

A los que honramos a Dios viviendo como extranjeros y peregrinos, y anhelando la ciudadanía del reino de los cielos, Dios nos honrará al llamarse Dios nuestro. No se avergonzará de reconocernos como hijos propios.

La obediencia a Dios no quiere decir que nunca habrá pruebas y problemas.

Ro 4:19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto o la esterilidad de la matriz de Sara.

Primero, vemos los obstáculos que, humanamente hablando, dificultaban la fe de Abraham. Por ejemplo, su cuerpo "estaba ya como muerto". Asimismo, "la esterilidad de la matriz de Sara". Estos eran dos hechos innegables que hubieran puesto a prueba la fe de cualquiera. Con la razón la fe se contrastaba con el sentido común, porque lo que Abraham veía le decía que era imposible que Dios cumpliese su promesa. El sentido común presentaba al patriarca dos obstáculos a su fe: los dos cuerpos de los que, según la promesa de Dios, nacerían los principios de una numerosa descendencia.

Ro 4:20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, -4:21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; -4:22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia. -4:23 Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, -4:24 sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, -4:25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Estos obstáculos habían dado firmeza a la fe de Abraham: El creyó en esperanza contra esperanza, no se debilitó en la fe, tampoco dudó de Dios, por incredulidad, se fortaleció en fe plenamente.

Cuando estamos destinados a servir a Dios y obedecer su Palabra, encontraremos obstáculos. A menudo ello forma parte de las pruebas que Dios nos pone a quienes Él llama para que obedezcamos fielmente. Debemos seguir en obediencia y plena confianza en la fe de que Dios esta obrando a nuestro favor.

Abraham como el resto de los seres humanos pasados y presentes, no tenía ninguna justicia personal por la cual Dios pudiese haberle aceptado. Era pecador. Pero por medio de su fe en la fidelidad de Dios a su Palabra y en su poder para cumplirla, Abraham se apropió de la perfecta justicia del Cristo venidero, y fue declarado justo, perdonado y salvado para toda la eternidad!

En el cielo no tendremos necesidad de la fe, ya que todo lo que hoy es invisible para nosotros, será entonces plenamente visible. Sólo en nuestro peregrinar en la tierra tenemos necesidad de la fe. “El justo por la fe vivirá” (Ro 1:17; Gá 3:11; He 10:38).

Muchas veces llamamos fe en lo que en realidad es optimismo y no tiene elementos de certeza. La fe real tiene su base en Dios y en su Palabra, y ello es totalmente seguro. Si Dios ha prometido algo, puedo estar seguro que se cumplirá. La fe conecta todo el poder y la suficiencia de Dios en nosotros. Es la manifestación del poder de su gracia. La conexión en Cristo es en la fe, de ahí la importancia de conocerlo bien a través de su manifestación de Sí mismo a través de su Palabra y conocer bien sus promesas.

Hch 15:7 Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen.
Hch 15:8 Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros;
Hch 15:9 y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.

Por la fe purificamos nuestros corazones en base a la Palabra de Dios, la oración, los sacrificios espirituales en el nombre de Jesús. Podremos extender el evangelio en base a los frutos del espíritu, en testimonio, en verdad, en amor, en diligencia, en crecimiento y madurez, en la fortaleza del escudo de la fe para pelear la buena batalla, aprendiendo a manejar la espada de la Palabra de Dios, anhelando la justicia de Dios, y el poder de su gracia.

Todo lo que se ve es temporal, lo que no se ve lo aprendemos a ver sabiendo que es más importante, que es nuestra promesa en Cristo y a través de su Palabra recibimos su revelación según su voluntad y su guía.

2Co 4:16 Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.
2Co 4:17 Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria;
2Co 4:18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

Los sufrimientos que soportamos al permanecer fieles a Cristo son leves en comparación con la abundante gloria que tenemos por medio de Cristo. Cuando alcancemos la herencia celestial, diremos que las tribulaciones más severas no fueron nada comparadas con la gloria de la vida eterna.


No hay que perder la esperanza ni renunciar a la fe en medio de los problemas.

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