Por la fe en Cristo


Hebreos

11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
11:2 Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.
11:3 Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
11:4 Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.
11:5 Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.
11:6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
11:7 Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.

La fe es una esperanza en cosas que no se ven y que son verdaderas, la fe es una creencia profunda de la verdad que anida en nuestra alma y nos motiva a hacer el bien. La fe es mucho más que una creencia pasiva. Debemos expresar nuestra fe por medio de hechos, en la forma que vivimos. Tener fe en Jesucristo significa confiar en Él y obedecer sus mandamientos, es el principio del evangelio, es un don espiritual y necesario para nuestra salvación.

Los creyentes debemos creer en la existencia de un Dios personal, infinito y santo que nos ama y se interesa por nosotros, y que cuando de veras lo buscamos la mayor recompensa es la alegría y su presencia, Él es nuestra recompensa suprema, nuestro escudo, debemos buscar a Dios con diligencia deseando su presencia y su gracia. Dios promete que su Espíritu vendrá sobre aquellos que se aparten de sus pecados y acepten al Mesías. El Espíritu y la Palabra del Señor confirmarán el testimonio de la verdadera iglesia y de su descendencia para siempre.

La fe y la obediencia a Dios son inseparables, como lo son la incredulidad y la desobediencia. El pueblo de Israel cuando Moisés los sacara de Egipto habían conocido el poder redentor de Dios, y aun así desobedecieron a Dios por esa razón cayeron muertos y no lograron entrar en la tierra prometida. Simbólicamente la tierra prometida es agradar a Dios, tener la sabiduría de "ser temeroso de Dios" y la inteligencia de "apartarse del mal", o sea obedecer a Dios y acatar sus advertencias, someterse a la Ley de Dios, sólo así podemos buscar el rostro de Cristo en la intimidad, para que el Señor transforme nuestros corazones y nos abra ojos compasivos que nos prepare para la tierra prometida, para ello la fe nos ha de llevar al reposo prometido por Dios.

La perseverancia en la fe salvadora requiere que continuemos acercándonos a Dios, pues los creyentes somos peregrinos que caminamos fatigados por un mundo inclemente, pero Cristo toma tus cargas, nuestras cargas y los pecados dándonos el reposo de su perdón, su salvación y su Espíritu.

A la luz de la bendición gloriosa por la fe en Cristo del reposo eterno y del terrible destino de los que no logran entrar en él, debemos esforzarnos diligentemente por llegar al hogar celestial del pueblo de Dios, avanzar hacia la meta celestial, aferrándonos en la Palabra y dedicados a la oración.


Amén

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