No podemos dejar de decir.


El Espíritu Santo creó en los apóstoles un deseo irresistible de proclamar el evangelio. La predicación y los milagros van juntos, son las señales que acompañan la palabra del Señor, para certificar la existencia de un poder divino y alentar la Fe. Los prodigios son acontecimientos extraordinarios que causan asombro. Los creyentes oraron pidiéndole a Dios sanidades, señales y prodigios.

Hoy la iglesia necesita orar con fervor para que Dios confirme su palabra con gran poder, milagros y abundante gracia. Sólo proclamando el evangelio podremos de modo adecuado ganar la generación perdida para Cristo.

Todos los creyentes incluso que hayan sido llenados del Espíritu de Dios, son llenados nuevamente para enfrentar las oposiciones, porque Dios a dispuesto que todo el que ha recibido el bautismo en el Espíritu Santo pueda experimentar esa plenitud cuantas veces necesite, debemos esperar y buscarlo no sólo individualmente sino en congregaciones enteras. El mover de Dios sobre la congregación llenándola una vez más del Espíritu Santo, en testimonio de poder, de amor y de gracia abundante para toda la congregación. El poder interior del Espíritu y la realidad de la presencia de Dios son el resultado de la plenitud del Espíritu que nos libra de temor y nos renueva para testificar de Dios.

El “gran poder” es la característica distintiva de la predicación y del testimonio apostólico.

1.     Se basa en la palabra de Dios por inspiración del Espíritu Santo.
2.     Los discípulos eran conscientes que habían sido enviado y comisionados por Jesucristo mismo el Señor resucitado.
3.     A los que oían, el Espíritu Santo los convencía de culpa del pecado, de la justicia de Cristo y del juicio de Dios.

Es esencial que los creyentes reconozcamos la importancia del Espíritu Santo en el plan redentor de Dios.  Sin el Espíritu no habría creación, ni universo ni raza humana, no habría biblia, ni Nuevo Testamento ni poder para proclamar el evangelio. Sin el Espíritu Santo no habría Fe, ni nuevo nacimiento, ni santidad ni creyente alguno en el mundo.

Hechos

4:23 Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. 
4:24 Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay;
4:25 que por boca de David tu siervo dijiste: 
¿Por qué se amotinan las gentes, 
Y los pueblos piensan cosas vanas? 
4:26   Se reunieron los reyes de la tierra, 
Y los príncipes se juntaron en uno 
Contra el Señor, y contra su Cristo.
4:27 Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, 
4:28 para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. 
4:29 Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, 
4:30 mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. 

4:31 Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. 

Dios les bendiga




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