Las iglesias

Cristo alaba a la iglesia que no tolera el mal, pone a prueba la vida, la doctrina y las afirmaciones de los dirigentes cristianos; persevera en el amor, la fe, el testimonio, el servicio, y el sufrimiento por Cristo; odia lo que Dios odia, vence al pecado, a satanás y al mundo impío; se niega a adaptarse a la inmoralidad del mundo y a la mundanalidad interna; y guarda la Palabra de Dios.

Cristo recompensa a las iglesias que perseveran y permanecen fieles a Él y su Palabra:
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     Librándoles de la hora de la prueba que vendrá sobre todo el mundo
·         Dándoles su amor, presencia e íntima comunión
·         Bendiciéndoles con la vida eterna con Dios

Cristo condena a la iglesia que le resta valor a la devoción personal e íntima a Él y al Padre
Ap 2:4 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.

Se aparta de la fe bíblica, tolera a maestros o dirigentes inmorales, muere espiritualmente o se vuelve tibia, y sustituye la verdadera espiritualidad, la pureza, la rectitud y sabiduría, con apariencia y éxito opulento.

Cristo castiga a las iglesias que declinan lo espiritual y toleran lo tibio, y la inmoralidad, quitándolas de su lugar en el reino de Dios, haciendo que pierdan presencia de Dios, el genuino poder del Espíritu, el verdadero mensaje bíblico de salvación y protección de los creyentes de la destrucción de satanás, poniendo a sus dirigentes bajo juicio de Dios.

Las iglesias deben evitar la decadencia espiritual:
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   Todas las iglesias deben estar dispuestas a oír “lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap 2:5-7,16-17,21) porque su Palabra es la guía por la cual las iglesias deben examinar sus creencias y actividades y renovar su vida espiritual.
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    Las iglesias deben examinar continuamente su condición espiritual ante Dios y, si es necesario, corregir su grado de tolerancia de la mundanalidad e inmoralidad entre los fieles (Ap 2:4,14-15,20: 3:1-2,14,17).
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  La decadencia espiritual puede detenerse en cualquier iglesia si hay un arrepentimiento sincero y retorno diligente al primer amor, a la verdad, a la pureza y al poder de la revelación bíblica de Jesucristo (Ap 2:5-7,16-17;3:1-3,15-22).



Dios les bendiga


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