La fe que vence al mundo


La fe genuina se expresará en gratitud y amor al Padre y a Jesucristo su Hijo. La fe y el amor son inseparables, cuando los creyentes nacen de Dios, el Espíritu Santo vierte el amor de Dios en su corazón. 

El amor a los demás es genuino amor cristiano si va acompañado al amor a Dios y obediencia a sus mandamientos (Jn 15:10).

El amor nacido de corazón limpio y de buena conciencia y de fe no fingida.

Fingir, pautas y palabras aprendidas que no filtran por el corazón o quizás no han puesto el corazón a Cristo para que lo restaure cada día y quite toda inmundicia, toda hipocresía, toda vanidad y orgullo, ello impide ser genuino delante de Dios y cualquier siervo que esté en gracia y paz del Señor siente que hay fingimiento y no es genuino, que necesita liberación y santidad para poder servir a Cristo en Espíritu y verdad. 

La fe fingida no nace de una buena conciencia y de un corazón limpio, hay que tener discernimiento y autoridad de Dios para darse cuenta que hay necesidad de sanidad de Dios.

Pedro

1:2 elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.

Cuando se ministra el Espíritu Santo vierte el amor de Dios, sin el amor las palabras sólo son palabras y no abrazan con misericordia, si éstas no van acompañadas de amor genuino no edifican de parte de Dios.

La fe que vence al mundo es la que ve las realidades eternas, conoce el poder de Dios y ama tanto a Cristo que los placeres del mundo, seculares, materialistas egoístas e impías pierden su atractivo, y se contempla con pena.

La vida eterna es la vida de Cristo en el creyente, la que tiene en la medida en que mantenga una relación de fe con Él (Jn 15:4).

Un vencedor es alguien que por la gracia de Dios recibida mediante la fe en Cristo ha experimentado un nuevo nacimiento y permanece en constante victoria sobre el pecado, el mundo y satanás. 

Los vencedores se niegan a adaptarse al mundo y a cualquier impiedad que haya en la iglesia visible. Más bien oyen y responden a lo que el Espíritu Santo dice a las iglesias, se mantienen fieles a Cristo hasta el fin, aceptan sólo las normas de Dios reveladas en su Palabra. 

Comerán del árbol de la vida, recibirán el maná escondido y se les dará un nombre nuevo en el cielo, serán reconocidos por Cristo delante de su Padre y de los ángeles y serán hijos de Dios para siempre.

Apocalipsis

2:7 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.


Dios les bendiga

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