LA GRACIA

LA GRACIA

Toda la actividad de la vida cristiana de principio a fin depende de la gracia.

La gracia es la presencia y el amor de Dios por medio de Jesucristo, que recibimos los creyentes por medio del Espíritu Santo, quien imparte misericordia, perdón y el deseo y el poder de hacer la voluntad de Dios. En el AT Dios se reveló como Dios de gracia y misericordia, que manifestaba su amor por su pueblo no porque ellos lo merecieran sino por su propio deseo de ser fiel a las promesas dadas a Abraham, Isaac y Jacob.

Dios da una medida de gracia como don (1Co 1:4) a los incrédulos para que puedan creer en el Señor Jesucristo (Ef 2:8-9).

Dios da gracia a los creyentes para que sean “libres del pecado” (Ro 6:20,22) para producir en ellos tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad (Fil 2:13) para que oren y crezcan en Cristo.

La gracia de Dios se debe desear y buscar en diligencia (Heb 4:16). Se recibe la gracia de Dios al estudiar y obedecer las escrituras (Jn 15:1-11), al oír la proclamación del evangelio (Lc 24:47), al orar, al ayunar, adorar a Cristo (Col 3:16), al permanecer lleno del Espíritu Santo (Ef 5:18) y participar en la Cena del Señor.

El creyente puede dejar de alcanzar, recibir en vano, apagar, desechar y abandonar la gracia de Dios (Ga 5:4)

Efesios
2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 
2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.

1 Corintios
1:4 Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús;

Hebreos
4:16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Puesto que Cristo se compadece de las debilidades de los creyentes, podemos acercarnos en confianza al trono celestial, sabiendo que el Padre celestial recibe y anhela nuestras oraciones y peticiones. Se llama “el trono de gracia” porque de él fluyen de parte de Dios, el amor, la ayuda, la misericordia, el perdón, el poder espiritual, el derramamiento del Espíritu Santo, los dones espirituales, el fruto del Espíritu y todo lo necesario.

La más grande bendición de la salvación es que Cristo, en calidad de sumo sacerdote, nos abre un camino a su presencia mediante el cual siempre podemos buscar su ayuda.

Dios les bendiga 

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