El pecado de Jerusalén, y su redención


Sofonías 

3:1 ¡Ay de la ciudad rebelde y contaminada y opresora! 
3:2 No escuchó la voz, ni recibió la corrección; no confió en Jehová, no se acercó a su Dios. 
3:3 Sus príncipes en medio de ella son leones rugientes; sus jueces, lobos nocturnos que no dejan hueso para la mañana. 
3:4 Sus profetas son livianos, hombres prevaricadores; sus sacerdotes contaminaron el santuario, falsearon la ley. 
3:5 Jehová en medio de ella es justo, no hará iniquidad; de mañana sacará a luz su juicio, nunca faltará; pero el perverso no conoce la vergüenza. 

Apartarse de Dios, el pueblo rebelde no escuchó la voz de Jehová, príncipes, jueces depredadores y sacerdotes capaces de contaminar el santuario y falsear la ley, ni tan solo sus profetas estaban alineados con Dios, abandonando sus caminos y así su protección, sus bendiciones, los campos y ríos se secan y el pueblo recibe los azotes de la iniquidad por sus corruptos dirigentes, la decadencia moral había penetrado cada estrato de la sociedad, en la historia el pueblo de Dios repite esto una y otra vez y no entendemos, que tenemos que cumplir la ley de Dios, con la vida que agrada a Dios y no la del hombre que fácilmente tropieza y su perversidad no conoce vergüenza, el poder de la carne ciega nuestros ojos con enorme facilidad. Los príncipes y jueces falseaban la ley e inicuamente abusaban de su autoridad para ganar dinero y propiedades. Los profetas alteraban el mensaje de Dios a fin de adquirir popularidad. Los sacerdotes profanaban la casa de Dios al violar sus preceptos al llevar una vida inmoral. Los creyentes deben enfrentarse a líderes espirituales que fomentan la mundanalidad y la inmoralidad en el nombre de Dios. Nunca deben rebajarse esas normas para adaptarse a los pecados de algunos líderes.

Debemos que tener firmeza en los caminos de Dios, porque la desobediencia fue la causa transgresora del hombre y la razón por la que Dios planeó su  propósito de redimirnos del pecado y así poder recibir otra vez los ríos de agua viva de Gihon, Pisón, Hidekel y Eúfrates que representan la santidad y la unción espiritual de Dios, tal como estaba establecido en el paraíso.

3:6 Hice destruir naciones; sus habitaciones están asoladas; hice desiertas sus calles, hasta no quedar quien pase; sus ciudades están asoladas hasta no quedar hombre, hasta no quedar habitante. 
3:7 Dije: Ciertamente me temerá; recibirá corrección, y no será destruida su morada según todo aquello por lo cual la castigué. Más ellos se apresuraron a corromper todos sus hechos.
3:8 Por tanto, esperadme, dice Jehová, hasta el día que me levante para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones, juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira; por el fuego de mi celo será consumida toda la tierra. 
3:9 En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento. 
3:10 De la región más allá de los ríos de Etiopía me suplicarán; la hija de mis esparcidos traerá mi ofrenda.


Algún día las naciones se reconciliarán con Dios, lo invocarán y le servirán. Se cumplirán esas promesas durante el milenio, cuando Cristo gobierne sobre todo el mundo. Cuando Dios lleve las naciones a un verdadero conocimiento de Él, Él restituirá el bienestar de su propio pueblo. Las naciones llevarán ofrendas a Dios en Jerusalén. 

Alabar a Dios en el cielo es ministerio de los ángeles y en la tierra el privilegio del pueblo de Dios, que todo aliento alabe a Jehová, ofrecer alabanza y sacrificio a Dios, el esfuerzo para escudriñar su palabra y atender que quiere de nosotros sus hijos como instrumentos suyos mediante la oración, que nuestra boca alabe a Jehová en unión con toda su Iglesia para ofrecer nuestra ofrenda con Fe y amor, que de nuestras bocas salgan palabras sabias de Dios dando una Fe firme a nuestro testimonio.

Tenemos que ser temerosos de Dios, pero más grande es su misericordia. 

3:11 En aquel día no serás avergonzada por ninguna de tus obras con que te rebelaste contra mí; porque entonces quitaré de en medio de ti a los que se alegran en tu soberbia, y nunca más te ensoberbecerás en mi santo monte. 
3:12 Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre de Jehová. 

Dios más grande que los cielos es tu misericordia, envió a su Hijo para redimir nuestros pecados y se hizo pobre y humilde por amor, éste es nuestro referente para nuestras vidas porque el segundo pacto fue más grande que el primero, así el poder de Dios se manifestó en el ministerio de su Hijo Jesús, el cual nos concedió la gracia de manera gratuita simplemente por amor, porque el gran propósito de Dios es glorificar a su Hijo Jesús así en la tierra como en los cielos. Dios quitará toda soberbia; y la templanza, la equidad, la humildad y el amor estarán presentes en el santo monte, porque los cristianos confiamos en el nombre de Jehová, de Jesucristo y del Santo Espíritu. El pueblo de Dios debe regocijarse por su salvación. Su regocijo llegará a su apogeo en aquel día en que Dios manifieste su plena gloria y majestad en la tierra. 

Dios les bendiga,

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