Los dos cimientos
Lucas
6:46 ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo
digo?
6:47 Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las
hace, os indicaré a quién es semejante.
6:48 Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y
ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río
dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba
fundada sobre la roca.
6:49 Más el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que
edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con
ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
La fe en Dios es una firme confianza en que sus caminos son
justos, una lealtad personal a Él como Salvador y Señor, y una firme voluntad
de seguir sus caminos.
La obediencia a la voluntad de Dios exigida por Cristo es una
condición permanente para la salvación, porque somos salvos por la gracia
inmerecida recibida por la muerte expiatoria del cordero de Dios, porque tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Hijo por amor, y sólo por amor somos salvos,
ello implica sinceridad en nuestros corazones no es por obra, no es por
religiosidad, no es por idolatría ni por hombre, pues si recibimos la gracia El
Espíritu de Dios ha de morar en nosotros y ha de ser nuestro guía en los
caminos de Dios.
A través de la Palabra la oración adquiere vida si permitimos
que Dios obre en nuestros corazones, como aquel lugar santísimo el santuario del antiguo pacto, lugar donde moraba el arca de la alianza
donde se encontraba el poder y la grandeza de Dios, la gratitud de la presencia
de Dios en nuestros corazones, con nuestra firme voluntad de menguar para
que Dios obre en el jardín que ha plantado, para que fluyan ríos de agua viva, pues Dios
no hace acepción de personas, somos únicos para Él pero debemos orar para que nos
transforme y así poder fundamentar nuestra
madurez en la roca de Cristo Jesús, sólo así podremos caminar bajo su guía,
sólo así podremos escucharlo con humildad y amor.
Somos salvos por gracia por medio de la fe, y no es de
nosotros pues es un don de Dios, por eso Dios pone a disposición que seamos
obedientes a Él, el temor a Dios es sabiduría y apartarse del mal la
inteligencia, pues todo me es lícito pero no todo me conviene.
Dios obra de diferente manera por cada uno de nosotros,
porque Él nos produce el querer como el hacer por su buena voluntad, pero el
don de la gracia no anula la responsabilidad ni la acción humana, cada
uno de nosotros debe responder positivamente al don de obediencia a Dios,
porque somos libres para rechazar la gracia de Dios, para no querer acercarnos
a Dios por medio de Cristo, para negarnos a pedir y para aceptar una vida de
obediencia, pero sabemos de cierto cuál será la consecuencia.
La salvación se produce como un don de la gracia de Dios, pero
sólo puede obtenerse por la respuesta humana de la fe. La fe en Jesucristo
es la única condición que Dios exige para la salvación. La fe no es sólo una
confesión acerca de Cristo, sino una actividad que brota del corazón, debemos
pedirle a Jesús que nos enseñe a amarlo más, y abriendo nuestros ojos poco a poco darnos
cuenta de su magnificencia, de su luz, de su amor, aunque ello no lo podamos ni imaginar,
sí podemos recibir los efectos de su amor en nuestros corazones, debemos darle
confianza porque es un honor, no somos dignos que entre en nuestra casa pero
una palabra basta para sanarnos, para transformarnos en mejores siervos para
Él. Sin ese cambio interior nadie puede hacer la voluntad de Dios.
Jn 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
La regeneración es necesaria porque separadas de Cristo todas las personas en naturaleza somos pecadores, incapaces de obedecer y agradar a Dios. Los que de veras han nacido de nuevo son librados de la esclavitud y reciben la disposición espiritual para obedecer a Dios y seguir la dirección del Espíritu Santo (Ro 8:13-14).
La confianza, la obediencia, la fidelidad, la devoción, una intensa sensación del acercamiento y amor a Jesucristo, y esa fe lleva a una nueva relación con Dios y exime su ira (Ro 1:18; 8:1), sólo así podemos morir al pecado, Dios da gracia a los creyentes para que seamos libres del pecado (Ro 6:20,22).
La regeneración es necesaria porque separadas de Cristo todas las personas en naturaleza somos pecadores, incapaces de obedecer y agradar a Dios. Los que de veras han nacido de nuevo son librados de la esclavitud y reciben la disposición espiritual para obedecer a Dios y seguir la dirección del Espíritu Santo (Ro 8:13-14).
La confianza, la obediencia, la fidelidad, la devoción, una intensa sensación del acercamiento y amor a Jesucristo, y esa fe lleva a una nueva relación con Dios y exime su ira (Ro 1:18; 8:1), sólo así podemos morir al pecado, Dios da gracia a los creyentes para que seamos libres del pecado (Ro 6:20,22).
Dios les bendiga